A menos de un mes de haber aterrizado en el Parlamento, los diputados Gabriel Boric y Giorgio Jackson generaron el primer remezón que confirmó que su arribo a la política formal no viene acompañado necesariamente del clasicismo que suele tener el comportamiento de nuestros legisladores. Esta semana presentaron una iniciativa legal para disminuir los sueldos de los congresistas, la famosa dieta, que está en torno a los $8.400.000. La propuesta limita el ingreso de cada parlamentario a un máximo de 20 sueldos mínimos, hoy en $210.000. “Hacemos la tabla de diferencias para que se note que hoy en día, personas que se rompen el lomo muchas horas a la semana por el mínimo, con el mismo esfuerzo que nosotros, tienen remuneraciones que son de otro calibre “, dijo el ex presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, Feuc. El proyecto de ley contempla también otros aspectos, como descontar días de inasistencia injustificada de parlamentarios al Congreso. Sin embargo, el foco quedó puesto en la osada propuesta de rebajar el ingreso de nuestros legisladores.
Al presentar el texto, el diputado Boric pidió discutirlo con altura de miras, pero las reacciones que encontraron no fueron precisamente las solicitadas. El diputado de Renovación Nacional José Manuel Edwards respondió a la iniciativa diciendo que “primero, lo que tiene que hacer es comprarse un terno el señor Boric. Y después, trabajar por las leyes y por que tengamos un mejor Congreso. Ellos podrían antes haber repartido la mesada que les entregaban sus papás y hoy día perfectamente entregar la totalidad de su sueldo si ellos así lo quieren”.
A esa vistosa reacción, se sumó luego la del PPD Pepe Auth, quien compartió parte de los dichos de su opositor político al decir que “la reflexión ellos la hacen desde una situación completamente excepcional, la de quienes hasta el 10 de marzo vivían de una mesada y hoy día cualquier salario es elevadísimo”. No sólo eso. Le agregó más pelos a la sopa al afirmar que “obviamente son solteros, sin hijos, sin esposas, sin ex esposas y todavía no conocen el conjunto de compromisos que tiene un parlamentario”.
El cúmulo inicial de reacciones que podrían acercarse a lo visceral, carece de lo que justamente se necesita en una discusión de este tipo: reflexión y argumentos de fondo. Las afirmaciones sobre las “mesadas” que pudieron (o no) haber tenido los diputados autores del proyecto, están lejos de la argumentación que uno esperaría de quienes tienen que parlamentar. Dejo al margen el desafortunado olvido de Edwards y Auth respecto del caso de Giorgio, cuyo padre difícilmente pudo darle mesada puesto que sufrió un accidente vascular que lo dejó incapacitado antes de que él naciera.
Generar la idea de que los noveles parlamentarios vienen de su casas, olvidando que llegaron al Congreso luego de encabezar numerosas movilizaciones exigiendo justicia social a través de mejor educación, limita con el ninguneo político. La insistencia en pedir que Jackson y Boric “donen la dieta”, significa no haber comprendido que la idea que han puesto sobre la mesa no trata sobre hacer caridad sino que de justicia y de principios. Vale recordar también que los ex dirigentes estudiantiles han dicho públicamente que su sueldo como diputados lo reparten con su equipo. Otros legisladores como los del Partido Comunista entregan la mitad de su sueldo a la colectividad y, por lo mismo, están dispuestos a apoyar la idea de legislar para abrir un debate de fondo.
Sacar a relucir lo caro que es mantener hijos, esposa y ex esposas, no puede sino que violentar a quienes están en la misma condición pero con un sueldo infinitamente inferior, que son la inmensa mayoría.
Desde el 2002 al 2014, el sueldo parlamentario en pesos creció un 245,5%. El sueldo mínimo, en un 42%. Es cierto que entre el 2002 y el 2003 hubo un incremento de casi 4 millones relacionado con un esfuerzo por modernizar el Estado y hacerlo más competitivo ante el sector privado, pero eso no invalida las cifras. En números concretos, el ingreso mensual de los parlamentarios, sin considerar las asignaciones, subió del 2002 al 2014 casi 6 millones de pesos. El salario mínimo desde el 2003 a la fecha en $57.428. Si lo llevamos al salario medio en Chile, el ingreso de los parlamentarios es superior en 17 veces. En otros países como Italia, es cinco veces y en España, 1,25.
Incluso si se aprobara la iniciativa, algo que se ve improbable visto las reacciones, aún así Chile tendría los sueldos parlamentarios más altos de todos los países que componen la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, OCDE, respecto al ingreso per cápita.
Es verdad que si el tema de la desigualdad se vinculara sólo con el sueldo que reciben nuestros legisladores, cuatro millones seguiría siendo mucha plata al lado del salario mínimo. Pero Boric y Jackson reconocen que el debate de la inequidad en Chile no se toca solamente bajando los ingresos, sino que también, incrementando los sueldos más bajos en nuestro país. Lo que hace el proyecto es que fija un punto de partida moral para la discusión.
El proyecto es discutible en varios aspectos. Por ejemplo propone que sea el Presidente de la República quien fije la dieta parlamentaria, lo que sin embargo podría distorsionar la realidad respecto de quién es el empleador de los parlamentarios, si los ciudadanos o el Poder Ejecutivo.
Quizás la controversia sirva como puntapié inicial para debatir sobre otros aspectos, como el financiamiento de los partidos políticos o la utilización de asignaciones que reciben nuestros congresistas. Que colabore en avanzar en el fortalecimiento de otras necesidades para emparejar la cancha, como mejorar la capacidad de negociación colectiva de los trabajadores o incluso reevaluar cómo se calcula el salario mínimo o cómo se mide la pobreza.
Si el razonamiento para no bajar los sueldos parlamentarios se reduce a cuestiones como que les da independencia y los aleja de las “tentaciones”, deberíamos preguntarnos entonces a qué clase de parlamentarios estamos eligiendo. Bajo esa misma premisa, cuatro millones más o cuatro millones menos no hacen la diferencia para quien se podría dejar permear por la corrupción.
Que la discusión no se quede en infantilismos. Los mismos que argumentan que subir en demasía el salario mínimo puede disminuir la contratación, ahora señalan que bajar un sueldo alto también podría convertirse en un desincentivo (en este caso de participar en política). Claramente estamos frente a problemas de argumentación.
Es humanamente comprensible que alguien no quiera bajarse el sueldo y no será la primera vez que algún funcionario público considere reguleque su salario. Pero si es así, que sea esa su explicación para no debatir y no menospreciar con argumentos pueriles o descalificatorios a la contraparte.
Cuando eran líderes estudiantiles y protestaban en las calles, Boric y Jackson fueron emplazados a que, si querían hacer cambios, los hicieran desde el Parlamento. Ahora que están ahí, reciben el ninguneo. ¿Cómo es la cosa entonces? Que al menos en eso, se pongan de acuerdo.
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