¡Que viva el placentero hemisferio derecho femenino! / Sexo con Esther
Tengo un cerebro femenino y me siento a gusto con él. Para nada quiero que se parezca al de los señores, y no solo porque soy mujer, sino porque defiendo las diferencias que hay entre ellos y nosotras.
Me gusta mi cerebro, y particularmente esas partes de su estructura que me permiten experimentar placer; lo bueno es que no es solo una, como ocurre con los varones.
Aclaro: cuando hablo de “placer” no me refiero al que se produce ante un atardecer de verano, con pajaritos y todo, sino al goce sexual, ese que se siente de verdad en todo el cuerpo, así no haya pajaritos en el entorno.
Para que me entiendan: las mujeres podemos disfrutar el sexo de diferentes maneras, pero siempre con mucha intensidad gracias a que en nuestro cerebro hay una zona específicamente reservada para cada parte del cuerpo (erógenas, sí), que, al estimularla, nos pone a gozar. Por el contrario, a los machos todo les llega a un mismo sitio.
Aclaro que esto no es invento mío, sino producto de sesudos estudios hechos en la Universidad de Rutgers (Estados Unidos). Al analizar con sofisticadas técnicas de imagen el cerebro de mujeres en todas las etapas de un polvo, los investigadores encontraron que las primeras caricias encienden la corteza sensitiva y, si el asunto sigue las señales, viajan al territorio de las emociones, el comportamiento y la memoria del largo plazo en el área límbica.
Si el juego continúa, entran en escena el cerebelo y la corteza frontal, responsables de que no paremos de movernos, que prometamos hasta ser codeudores y que ya no importa que los niños o los vecinos se despierten. Ahí ya no hay nada de razón, solo placer. En ese punto, todo el cerebro se solidariza y nos deja sentir el mayor placer del mundo en forma de orgasmo, mientras automáticamente desconecta su hemisferio izquierdo, para que la lógica y la razón que habitan allí no entorpezcan esa delicia.
Sí, tengo un cerebro femenino y me siento a gusto con él, tanto que creo que muchos señores estarían dispuestos a reivindicar sus derechos de igualdad solo para poder terminar sus polvos como las mujeres, es decir, con verdaderos terremotos y no en sus calcados y simples orgasmos. ¡Que viva mi hemisferio derecho! Hasta luego.
ESTHER BALAC
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